Kitesurf y Santa Marianita

Ecuador Kitesurf, un negocio que cambió Santa Marianita, Manta y la vida de todos los que vivimos en esta ciudad. 

Aradecimiento especial para Robert Bedoya, cofundador de Ecuador Kitesurf y pionero en la enseñanza de su deporte en Ecuador.

 

Intro con corte empresarial

Entre el 2014 y el 2015, el Krug tuvo su locación en la Playa de Santa Marianita, ubicada al extremo oeste de Manta a unos 20 minutos del centro de la ciudad. 

Fue un capítulo hermoso de la vida del bar pero también fue muy duro y formó parte fundamental en la educación que tuvimos dentro de nuestra vida empresarial. Todos los días bajábamos de nuestra casa a la costa y nos quedábamos hasta la medianoche atendiendo  a la gente que llegaba al Krug. No eran muchos, al contrario, era bastante poca clientela la que tuvimos durante esos dos años. Por un lado estaban los residentes de Santa Marianita, gente como el Víctor Hugo Delgado que nos había seguido a cada uno de los lugares a los que el Krug cambiaba su residencia, pero que dejó de hacerlo por quedarse viviendo en la playa y, cómo no hacerlo! y gente como nuestros amigos Norteamericanos, de Canadá y Estados Unidos que habían decidido pasar su retiro en esta parte del mundo. Por otro lado, durante la temporada y los fines de semana, estaban los turistas y gente de Manta que prefería Santa Marianita a cualquiera de las otras opciones de los alrededores.

 

En nuestras anteriores experiencias ya habíamos aprendido que si uno no tiene local propio la única ventaja que se tiene es poder cambiar de locación en caso de que las cosas no marchen bien. Sin embargo, siempre hay la posibilidad de que, al marchar las cosas bien, la persona que te arrienda el local capitalice todo tu esfuerzo sin que a ella le cueste un centavo. Lo puede hacer de dos maneras: 

  • Subir drásticamente el valor del arriendo al cumplirse el tiempo del contrato con el fin de replicar tu negocio al sacarte del mapa o
  • poner un negocio similar al tuyo a tu lado (para lo cual, incluso he visto que se ponen en la labor de construir un local encima del que te están arrendando) una vez que se confirma que hay un mercado existente.

 

El viaje por la ruta del sol

Me contaba el Robert que era a mediados del 2003 que llegó a Ecuador. En Cartagena conoció a Juan Carlos Buraye en una competencia. Era la primera vez que conocía a un ecuatoriano compitiendo en windsurf. Había estado con gente de Brasil con gente de Argentina e incluso con gente de Perú pero nunca con una persona de Ecuador. Mientras estaban en la competencia hablaron acerca del kitesurf y se decidió a viajar a conocer las playas de nuestro país, así que a mediados del 2003 llegó a Guayaquil. El Juan Carlos le hizo conocer las playas que normalmente visitan los guayacos: Playas, Punta Carnero, Salinas, Chipipe, Ballenita, etc. A pesar de la belleza de toda la Punta de Santa Elena, decía que estaba decepcionado porque no era lo que había pensado, funcionalmente, de las playas ecuatorianas. Me imagino también que, viniendo del Caribe, ese tipo de playas desérticas de esta zona, debe haber catalizado sus ánimos pero, sobre todo, no tenían el viento que era primordial para la práctica del kitesurfing. Pasaron varios  varios días en esta primera investigación hasta que en algún momento decidieron recorrer un poco más al norte.

Montañita, como a todo el mundo, le impresionó al Robert. Se quedó encantado de esta playa que tiene un espíritu tan particular que hace falta un post aparte para hablar de ella. En ese entonces, el espíritu de Montañita era, incluso, mucho más lindo, si se me permite decirlo, que ahora. Obviamente todavía no existía el reggaetón, por lo que la realidad musical se dibujaba más heterogéneamente. 

Yo recuerdo esos tiempos con mucho cariño porque con mi hermano Andrés viajábamos frecuentemente allá cuando cerrábamos el Krug, es decir los domingos, lunes y martes. Los días en los que menos gente iba a Montañita eran nuestros días de Montañita y la pasábamos genial oyendo excelente música porque a menor densidad de gente, los locales tienden a poner mejor música (es un fenómeno muy conocido por la gente del medio). 

Solía haber bastantes gringos y argentinos; reggae y música electrónica; y, en la mañana, todos los sonidos chill out que se ponían para aterrizar de una farra en la que nunca se había dormido. La cadencia era del descanso y el relax. No importaba la estación que fuera. Así Montañita estuviera con esa llovizna interminable que ensuciaba las calles de lodo (porque en ese tiempo no estaba nada adoquinada), nosotros nos la pasábamos brutal. Esa es la Montañita con la que se encontró el Robert pero que, por mucho que le haya gustado, tampoco presentaba las condiciones adecuadas para el kitesurf. 

Subiendo hacia Manabí, pasaron por Ayampe, Salango y Puerto López para llegar a San Lorenzo. 

San lorenzo es una playa bien particular. Temperamental en su mar como en su viento y extremadamente tranquila en su gente. La playa baja en una pendiente de unos 30° para encontrarse con unas olas que se elevan un par de metros para chocar con una perpendicularidad agresiva… pero el viento! El viento se hacía presente y, al fin, las esperanzas regresaban. No para la práctica allí mismo pero parecía que pronto podrían encontrar el lugar ideal. 

Cuando llegaron a Manta, a la playa del Murciélago, hacían unos 30 nudos de viento y el sol brillaba en un cielo completamente despejado. La mar abría sus piernas invitando a penetrarla… así que comenzaron a inflar las cometas. 

Dos lecciones salieron de esta primera experiencia en Manta:

  • Las cometas grandes como la del Buraye no soportan los vientos profesionales de Manta y
  • después de las 3pm, el viento en el Murciélago comienza a soplar desde la playa hacia el océano. Aparentemente el cerro de Montecristi crea este fenómeno que complica la navegación.

El Juan Carlos regresó a Guayaquil y el Robert se quedó buscando el spot ideal. Regresó a San Lorenzo para confirmar que allí no era posible y subió hasta Crucita, donde comenzó la escuela a funcionar. Para esto, ya se unió al proyecto el Vlado (Vladimir Paternina) otro colombiano que se había asociado con el Robert en la empresa.

Entre los primeros deportistas que comenzaron a aprender a navegar estaban los hermanos Núñez, los hermanos Endara, Pablo Herrera, Gino de Genna… todos ellos krugers de cepa.

El negocio comenzaba pero tan lento que no se veía posible que se sostenga. Crucita estaba muy lejos para la gente que realmente valoraba el kitesurf. Sólo un milagro podía salvarlo. El Robert decidió ir por un dinero que dejó en Guayaquil para hacer sus maletas y regresar a Colombia. Pensó seriamente en abandonar el proyecto.

 

El milagro en forma de suerte y robo

Dios decidió hablar a través de estas acciones:

  1. Las ganas que tenía Otto Schwarz de que sus hijas aprendieran el deporte. Se comunicó con los colombianos y les insistió que hagan las clases en el Murciélago. Estas clases se dieron, con el problema que esto significaba para el Robert que tenía que trasladarse de Crucita a Manta varias veces a la semana (por suerte, en el Murciélago, el dueño del restaurante “El Galeón” es una persona con un corazón enorme. Nuestro querido amigo, César Rivas, no sólo les permitió guardar sus equipos en el restaurante para que no estén con la carga todo el viaje sino que más tarde les ofrecería un cuarto en su casa para que puedan radicarse en Manta). De la relación con el Otto surgió una conversación que determinaría el futuro de Manta en algunos aspectos: Otto le comentaba al Robert que, cuando navegaba, muchas veces terminaba en una playa que quedaba hacia el oeste y por la cual la ruta del sol NO pasaba. A él le parecía que las condiciones que esa playa presentaba eran ideales.
  2. Cuando el Robert llegó a Guayaquil pudo enterarse de que ya su dinero le pertenecía a alguien más. Le habían robado completamente todo el capital que él tenía de respaldo, por lo que regresó a crucita y decidió ir a ver esta playa de la que le habían hablado.

 

Santa Marianita

Nuestro gran amigo Felix Bravo les recibió como recibía a todos quienes llegábamos a Santa Marianita: con buen humor, con buena comida y con cerveza bien fría. En ese tiempo lo único que había en Santa Marianita era el Restaurante Santa Marianita, propiedad del Félix Bravo. 

 

Con el Andrés llegábamos allá en nuestro Trooper para que el Giuseppe (nuestro mastín napolitano) se dedicara a correr y nadar. El ritual era siempre el mismo: bajar a la arena, correr hasta el golfito que hay pasando el faro y que se conoce como La Tiñosa, baretico, mar, chillear, correr hasta el restaurante Santa Marianita, pescado, camarones, cerveza, helados, regreso.

 

Gracias a Ecuador Kitesurf (la primera escuela de kitesurf del país), Santa Marianita se convirtió en una playa bastante frecuentada, pero únicamente durante el día. La historia de este deporte comenzaba en Ecuador y con ella, la vida de esta playa dió un giro de 180°. Comenzaron a abrirse hoteles y restaurantes y la competencia no solamente llegó para el restaurante Santa Marianita sino que comenzaron a abrirse nuevas escuelas de kitesurf también.

El Robert se fue de Ecuador en el 2011, después de vivir lo que tienen que vivir todos los negocios que causan una ruptura fuerte dentro de un medio. Una ruptura tan fuerte que cambian radicalmente la vida de todos los que lo habitamos. Siempre supo que su destino le iba a llevar a otras playas y a otros vientos. Kitesurf Ecuador se dividió y de eso sobrevivió la Escuela fundada por el Vlado: Humboldt Kite. Llegaron grandes capitales para aprovechar el mercado que se había abierto y otras escuelas cerraron. Llegó el Krug y reunió a gente linda en noches hermosas durante 2 años.

 

En la actualidad hay muchas más casas, hoteles, restaurantes, ecuatorianos y extranjeros.

Todos los viernes, sábados y domingos, el horizonte se llena de cometas y la calle se llena de autos. A pesar de los cambios, para todos los que llegamos a conocer Santa Marianita, se convirtió en un lugar especial que ocupó un buen pedazo de nuestro corazón. Es una parte sustancial de Manta llena de personajes que se quedan plasmados en la memoria por su belleza, como los que he nombrado en este artículo y como Dalelene Callaway, Marisol Bedoya, Donna Clark, Cristian Reyes, Dora Mazeres, Ed Clavelle, Johnny Megalos, Leo Briones, Daisha Kissel, Lea Cabiljo, Denis Mieles, Juan Melo, Nicholas Díaz, Ajay Arunachalam, Annia Larkins, Ela Zambs… pero también un lugar que nos enseñó a muchos, a veces a las malas, lo complicado que es hacer negocios y abrir mercados… Y, una vez que se consigue eso, lo complicado que es mantenerse a flote. Si ese duro aprendizaje está matizado por personas (con sus debidas excepciones) y paisajes como los de Santa Marianita, la práctica es una delicia.

 

Santiago E. Martínez de la Vega Haro.

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